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viernes, 19 de abril de 2024 18:25h.

DESTRUYENDO UN PAÍS LLAMADO ESPAÑA

Estamos asistiendo vergonzosamente a un embrollo generalizado, compuesto, orquestado, dirigido y actuado, caben todos los colores e ideologías, por la mayoría de la clase política de este país, que, a su vez, sufre diariamente sus nefastas consecuencias. Lo están fracturando, por acción, omisión, interés maligno o por odio. Todo son follones, líos, enfrentamientos, malos modos, crispación generalizada, en fin, inmadurez o lo que sería peor, mala intención. No hay manera que haya sosiego en nada, aunque el asunto o tema a tratar sea banal.

Parece que más que estar dentro de las instituciones, están en un cuadrilátero de boxeo, para ver quien tiene más fuerza, mejor gancho o aguanta más. Por otro lado, quien está harta de ésta espantosa forma de funcionar es la ciudadanía, agobiada por todo lo que está pasando y especialmente sufriendo, mientras unos cuantos vividores de lo público, con buenos sueldos asegurados mes tras mes, dietas que nunca faltan, bastaría más y jubilaciones de oro, se divierten a expensas del padecimiento, muchas veces con dolor agudo, de la inmensa mayoría de la gente. 

A nivel estatal el espectáculo es esperpéntico, por no llamarlo ridículo o más bien aterrador. El refranero español rico en reflejar las vivencias cotidianas dice que “entre todos lo mataron y el solo se murió” y eso es lo que parecen que quieren hacer con nuestro país, destrozarlo, empobreciéndolo, para tener a la ciudadanía cautiva, a base de depender de las ayudas, que graciosamente tienen a bien otorgar, la magnificencia de esos gobernantes que dan migajas, mientras ellos viven o disfrutan del lujo de la opulencia. Es lo que ha reflejado la historia y sucedido realmente en aquellos países, de cualquier parte del mundo, donde ha triunfado el comunismo o el populismo. El desenlace siempre ha sido dramático. 

No se trata de ser pesimista y menos crear intranquilidad, pero la estabilidad institucional está quebrándose en todos los poderes del Estado, Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Las consecuencias se expanden por doquier, especialmente al ámbito económico, donde fluye la preocupación, no se quita la incertidumbre, parando inversiones y retrayendo cualquier iniciativa productiva, porque, no es que no haya seguridad jurídica, bueno, vamos a dejarlo así, sino lo que se siente es inestabilidad permanente, para cualquier objetivo a conseguir. La política ha dejado de ser servicio público, para convertirse en público vacilón. Mofándose de todos, encima con escarnio. Solamente sirve el espectáculo, la propaganda y el figurear del político, que trata por todos los medios, representar el papel de protagonista o el de ser una persona importante, exhibiéndose como un pavo real. 

Volviendo al refranero, nos acordamos de aquel que dice “unos por otros y la casa sin barrer”, es decir, ninguno asume su quehacer con responsabilidad y achaca su incumplimiento a otro, siendo los demás siempre los culpables, de esa manera queda, como es lógico pensar y padecer, muchísimo por hacer. Es impensable hablar de pactos, acuerdos o consensos, son incapaces de ceder en sus abultados egos, vanidades o egolatrías. Les puede la soberbia, que todo lo mancha, pudriéndolo abundantemente.

No saldremos rápidamente de la crisis sanitaria, económica y social que sobrellevamos tan arduamente, si seguimos en la dinámica actual. La mayoría de los políticos son unos verdaderos insensatos egoístas, que no miran por el conjunto, sino por la individualidad, por cierto, y que casualidad, siempre la suya.  La sociedad civil tiene el deber y la obligación de reaccionar, ser más exigente, obligándoles a gobernar con soluciones viables, propuestas generosas, acuerdos concretos. Ya no vale seguir viendo este espectáculo deplorable desde la grada, eso es muy cómodo, hay que saltar a la arena, para requerirles más formalidad que produzca rendimiento. Que bajen del Olimpo, porque no son dioses, sólo personas que tienen la obligación de cumplir con un deber, que ellos mismos se han buscado. 

Oscar Izquierdo

Presidente de FEPECO