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martes, 16 de abril de 2024 21:23h.

Siempre se logra

Cuando se van cumpliendo años y aparecen las canas, se empieza a mirar para detrás con nostalgia, recordando hechos vividos, acontecimientos padecidos, anécdotas divertidas o personas que han dejado huella en nuestra vivencia personal. Tuve la suerte de estar en Madrid al comienzo de la Transición política en nuestro país, gozándola en primera línea, participando activamente en unas circunstancias excepcionales, históricamente irrepetibles y apasionadas por la esperanza que traían. Estudiando en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense, disfruté la fortuna, de contar con un profesorado excepcional, eminentemente humano, perfectamente preparado, de distintas ideologías, pero con un objetivo común, que era fortalecer la democracia que estaba naciendo y con un entusiasmo enorme, por enseñarnos a vivir y aportar conocimientos que sirvieran para su fortalecimiento.

Esta disquisición personal, que me he atrevido a escribir, viene al caso, por el interés de algunos políticos actuales, que se ponen morados queriendo borrar de un plumazo, una etapa incomparable para el devenir de nuestro país y sustituirla por la mediocridad, chabacanería, falta de estilo y sobre todo, soberbias, vanaglorias y egos personales, que están a la orden del día. El frentismo es el primer plato del día, el segundo es la controversia y el postre son las descalificaciones por doquier. Vergonzoso lo que estamos padeciendo, con una clase política, mayoritariamente carente, no sólo de formación académica, profesional o técnica, sino de una falta total de compromiso social, para pensar o actuar en plural, es decir, para todos y no sólo buscando el beneficio y prebendas personales. 

Un profesor, que con el tiempo fue más bien maestro y amigo, que pertenecía a la cúpula del Partido Comunista de España, PCE y que fue un eminente parlamentario, siendo agnóstico, con asiduidad nos repetía la máxima de San Agustín de Hipona, aquella famosa que dice: “Si dices basta, estás perdido. Añade siempre, camina siempre, avanza siempre; no te pares en el camino, no retrocedas, no te desvíes. Se para el que no avanza; retrocede el que vuelve a pensar en el punto de salida, se desvía el que apostata. Es mejor el cojo que anda por el camino que el que corre fuera del camino. Examínate y no te contentes con lo que eres si quieres llegar a lo que no eres. Porque en el instante que te complazcas contigo mismo, te habrás parado”. 

Nos quería inculcar la necesidad de luchar ante las adversidades, de no bajar la guardia, de enfrentarse con animo de victoria al contratiempo que se presenta inoportunamente, en fin, de mirar para adelante, de fijarse metas posibles e imposibles para conseguirlas y de llevar esa actitud a los que están a nuestro alrededor, porque sólo se encuentra debilidad. Hay que aunar esfuerzos con ganas de continuar, arreglar lo que no funciona y reconsiderar lo que ha fallado, para cambiar a mejor. Esa famosa frase que la unión hace la fuerza no es sólo es bonita, sino una realidad tangible. Pero desgraciadamente estamos en las antípodas de que los responsables públicos, estén a la altura de las difíciles circunstancias que sufrimos, porque no hay manera de que lleguen a un acuerdo, ni equivocándose.  

Los empresarios queremos mantener una actividad constante, que facilite un funcionamiento ordenado del sistema productivo, manteniendo el empleo e incluso, incrementarlo si las circunstancias lo van permitiendo. Estamos seguros de que lo vamos a conseguir, a pesar de la inercia burocrática, tremendamente entorpecedora. En los momentos difíciles, es cuando hay que poner mayor fortaleza, porque la exigencia suele ser máxima. Ante tanta tristeza comprensible, tenemos que sobreponernos para vencer los riesgos o dificultades para superarlos con victoria.