Como siempre pasa en Tenerife, cada vez que hay que ejecutar una obra pública, se abre un debate estéril, enfrentamientos partidistas, juicios profesionales de distintos ámbitos contradictorios, posicionamientos ideológicos frentistas, para que la citada obra, la que sea, no se ejecute. La táctica es la de siempre, dilatar el tiempo todo lo posible, con artimañas varias y en algunos casos hasta esperpénticas.
Así nos va desde hace casi cuatro décadas, con la isla desvertebrada, en tres zonas totalmente aisladas, que parecen tres comunidades autónomas distintas, en un solo territorio insular. Aguantando resignadamente colas insufribles, a todas horas, en cualquier lugar, con un tráfico lento y desesperante, junto a los conocidos atascos irritantes, que inciden directamente en nuestra salud personal.