No se puede hablar de vivienda sin hablar de negocio, y cuando digo negocio lo digo con mayúsculas, porque no hay mejor empresa hoy y desde hace tiempo que la vivienda por estas latitudes. Fue un negocio muy rentable décadas atrás, para los políticos y sus amigos los empresarios, por el boom inmobiliario y de la construcción, y los pelotazos urbanísticos que se generaron. También lo fue para los bancos que se hartaron a firmar hipotecas a todo el mundo, aún a sabiendas de que muchos no podrían pagarlas, y pareció serlo también, un buen negocio, para una o dos generaciones de canarios que vieron en la construcción una oportunidad de ganar mucho dinero por encima de cualquier formación o estudios. Y bueno, ya sabemos cómo acabó la historia: hipotecas basura, estalla la burbuja, crisis en 2008, austeridad, paro, desahucios hipotecarios y muchas viviendas de vuelta a los bancos. Y la banca que siempre gana una vez rescatada con nuestros impuestos se inventa el asunto de los servicers y los fondos buitre para derivar sus activos inmobiliarios supuestamente tóxicos a otras entidades vinculadas, y comienza otra vez la rueda del negocio.