La lucha contra la basura en Arona y el llamado a la educación ciudadana
Cuando vas a comprar el pan a las ocho y veinticinco de la mañana, un vecino, fiel lector de "Sol del Sur", me está esperando cerca de un solar famoso por su constante acumulación de basura. Este vecino confiesa que, en la tarde del día anterior, fue testigo de un enfrentamiento en el que un incívico dejaba una bolsa de basura en el célebre solar de El Fraile, al sur de Tenerife
Este solar ha sido testigo del comportamiento incívico de algunas personas durante más de veinte años; en las últimas dos décadas, hemos tenido que lidiar con la recogida de muchas toneladas de basura desechadas. Sin embargo, hay que reconocer que cada vez hay menos impresentables, y, por supuesto, no podemos bajar la guardia.
Hasta ahora, ha pasado un año y tres meses desde las elecciones municipales, donde algunos políticos, tal vez con los dedos cruzados y escondidos, prometieron llevar a cabo un concurso de dibujos y frases en colegios e institutos para concienciar a los pocos ignorantes que aún pululan por todas partes del mundo. Este concurso, a mi juicio, sería especialmente eficaz con los dibujos, ya que “el animal no sabe leer”, aunque tenemos la esperanza de que se realice antes de 2027.
En el caso del reciente enfrentamiento, un joven marroquí se vio envuelto en una disputa con una vecina de La Gomera, pero debemos aclarar que los incívicos aparecen en todas las nacionalidades. Deberían instalar carteles de mayor tamaño que sean verdaderamente visibles, y no solo “más visibles”, como el cartel del exalcalde José Julián Mena que todavía se encuentra en Las Galletas. Sería ideal que estos carteles también estuviesen escritos en árabe.
Una vez que compré el pan, y aún sin haber llegado a las nueve de la mañana del viernes 30 de agosto, camino a casa y observo a personas de nacionalidad española llegar al barrio en sus coches desde otros lugares para comprar bolsas de harina a vendedores de Nigeria, Senegal, o quién sabe dónde. Esto demuestra una vez más que "a quien madruga, a Dios no le importa", aunque si tiene suerte, algo le ayudará.
Mientras continúo caminando, veo a un mirlo a unos diez metros. Cuando el mirlo se da cuenta de que quiero tomarle una foto, se aproxima a pocos metros, posando con su peculiar cuerpo. ¡Lo dicho! El animal no sabe leer, pero siente la seguridad; y aquellos de nosotros que sí sabemos leer, tampoco podemos entender si los carteles son demasiado pequeños.