El consejero responsable del Área, José Antonio Valbuena, explicó que “con esta actuación vamos a incrementar el control de la calidad del aire en el Archipiélago, ya que nos permitirá mejorar las mediciones que se realizan a través de la red propia de la Consejería”. 

Valbuena aprovechó también para recordar que “se trata de un asunto que trasciende el plano medioambiental, ya que la calidad del aire incide de manera directa en la salud y el bienestar de la población, tal como se recuerda en el Día Internacional del Aire Limpio, que se celebra hoy, 7 de septiembre”.

Por su parte, el viceconsejero de Lucha contra el Cambio Climático, Miguel Ángel Pérez, indicó que el presupuesto de licitación se ha dividido en cinco lotes “para delimitar los equipos necesarios y el coste de los mismos”.

La contratación incluye equipamiento para la generación de aire cero en rack y portable; un analizador de Benceno, Tolueno y Xileno (BTX) en aire ambiente; dos calibradores multipunto; tres equipos de medición de ozono en aire ambiente con generador interno y dos captadores de partículas de bajo volumen para la medición de partículas en aire ambiente por el método gravimétrico. 

La Red de Vigilancia de la Calidad del Aire de Canarias está compuesta por tres redes de medición, dos privadas asociadas a fuentes de emisión para garantizar el cumplimiento de los objetivos de la calidad del aire en el entorno de las instalaciones industriales y otra de titularidad pública que depende de la Viceconsejería de Lucha contra el Cambio Climático. En total hay 55 estaciones: 29 de Endesa, 5 de Cepsa y 21 de la Administración regional.

A través de estos puntos, se controla el cumplimiento de la legislación, que establece tanto los valores límite, marcados según los conocimientos científicos para evitar, prevenir o reducir los efectos nocivos de diferentes partículas contaminantes en la salud humana, el medio ambiente en su conjunto y demás bienes de cualquier naturaleza. Este límite se determina para un periodo determinado. 

Además, la legislación también establece unos niveles críticos por encima de los cuales pueden producirse efectos nocivos para algunos receptores como las plantas, árboles o ecosistemas naturales, pero no para el ser humano.