Historias reales de Titsa en Tenerife
La calle es la universidad más interesante, donde se pueden disfrutar experiencias tanto positivas como negativas, según los sucesos.
A continuación, comparto algunos momentos históricos de diferentes pasajeros de la guagua en Tenerife, y sin más preámbulos, comenzamos.
(1) En la estación de Adeje, entra un joven marroquí hablando por teléfono móvil y se queda parado en la entrada de la guagua, impidiendo que nadie más pueda entrar. El conductor le invita a que pague o utilice su bono para poder entrar o salir, pero el joven responde: “¡Cállate, hijo de p...! ¿No ves que estoy hablando por teléfono?”. Después de recibir el insulto, el conductor le ordena que se baje, pero el joven sigue insultando y se niega a hacerlo. Ante esta situación, aproximadamente setenta pasajeros optan por salir por la puerta trasera, ya que la tensión era palpable. El conductor llama a la Policía Nacional, que, afortunadamente, se encontraba cerca. Dos policías llegaron y tuvieron que reprender al joven, que continuaba desafiante. Finalmente, lo llevaron en el coche policial.
(2) Entra un joven canario con un perrito y lo coloca sobre un asiento. La conductora, con educación, le indica que el perro no puede ir en el asiento. El dueño del perro comienza a hablar de manera insistente argumentando que los perros son mejores que las personas, pero la conductora detiene la guagua y le dice: “Tienes dos opciones: bajarte de la guagua o bajarte de la guagua”. El joven, finalmente, decide bajarse.
(3) Entra un matrimonio de origen marroquí con un hijo pequeño. La señora se sienta en un espacio muy reducido, casi rozando a una pasajera sudamericana. Esta, con una expresión de desdén, le dice: “¿Por qué no busca otro lugar?”. No había más asientos disponibles, y yo, como testigo de esta película basada en hechos reales, le ofrecí mi asiento. Otros pasjeros hicieron lo mismo, y finalmente la señora se sentó en el lugar de una joven que se levantó. El marido nos observaba, y nuestras miradas parecían decir: “¡Qué racista asquerosa!”.
(4) También hay conductores que, debido a su mal humor, descargan su frustración en pasajeros que han olvidado sus bonos y no llevan dinero. Sin embargo, a menudo otros pasajeros suelen ofrecerse a pagar por ellos. Cuando el costo no llega a dos euros, no es tanto, aunque recuerdo el caso de una chica de veinte años que viajaba a Santa Cruz desde Adeje y, al descubrir que un carterista le había robado, entre todos le pagamos el billete, que creo que costaba nueve euros.
(5) Los conductores reciben numerosos insultos de ignorantes maleducados, cuando en realidad ellos no son responsables de los atascos ni de los viajes gratis, especialmente para las personas que siempre están de vacaciones, sin entrar en más detalles.