Pero el sábado trece por la mañana la sorpresa fue brutal, porque Vannes estaba al cien por cien de gente, con el mejor mercado que jamás había visto en toda mi vida. Una auténtica pasada donde podíamos ver todo y más, con quesos baratísimos del más alto nivel, unas paellas que tenían más gambas y mejillones que granos de arroz. Algo que aprendí, fue que pensaba que había comprado carne en salsa para llevar y eran salchichas y chorizos, pero los demás productos son los mismos como nosotros preparamos la carne en salsa, con ajos, cebollas y todo lo que lleva, pero en Francia la carne es con arroz blanco.

Otra cosa que encanta es que sobra el agua y el agua del chorro es potable. Insisto en que la forma de vestirse de los franceses es muy normal y la gran mayoría de las mujeres no se maquillan, aunque vi a un par de chicas jóvenes que cuando levantaban los brazos, se les veían un manojo pelos en las axilas, pero imagino que será una minoría, porque dichas chicas llevaban pircen en muchas partes del cuerpo.

Otra cosa muy importante es que las cartas de las comidas de los restaurantes, solamente vienen escritas en francés, pero estamos hablando de Vannes, porque en París obviamente vienen en más idiomas. De todas formas se les nota el ramalazo nacionalista muy profundo, porque casi nadie habla inglés y la cerveza y la coca cola son del país.

En Vannes respiramos muchísima paz, muchísima cultura, mucha educación, mucha gastronomía, sobran las ostras, mejillones por camiones y un sin fin de diferentes dulces en las infinitas dulcerías. Aquí lo dejamos para seguir rulando y que conste que este artículo es desde el punto de vista de un colaborador de Sol del Sur. Perdone las molestias y gracias por la atención prestada.