Vilaflor de Chasna
Bodegas Reverón, un vino de altura, por naturaleza
Bodegas Reverón, un vino de altura, por naturaleza desde 1947. Una joya vitivinícola familiar que hoy forma parte de muchos chasneros y tinerfeños que lo saborean en sus mesas o restaurantes y desde hace un tiempo también en la propia bodega a 1.300 metros de altitud. Diego Reverón y Dona abren todos los sábados para ofrecernos Vino+Tapas, una delicia en un idílico pareja, con vistas a Arona, Vilaflor y el Atlántico desde La Escalona.

Diego Reverón es un hombre modesto, pese a que puede presumir de tener uno de los mejores vinos de Tenerife, como se refleja en los premios que un año sí y otro también no deja de recibir, los últimos el de Mejor Vino Ecológico de Canarias al blanco seco de barrica, o las tres medallas que se trajo del Certamen Certim, en Italia, para el blanco afrutado, blanco seco tradicional y tinto joven Los Quemados, que da nombre a la zona donde desde 1947 está situada la bodega. Ahora, aparte del vino se puede disfrutar de una excelente gastronomía con visitas guiadas o los sábados de Vino+Tapas hasta las dos de la tarde.
“No solo ha sido un subidón de orgullo, sino una gran sorpresa, por la cantidad de buenos vinos que hay en Canarias, incluyendo los malvasías", señala Diego Reverón, gerente de la bodega que su padre Eugenio Reverón Sierra inició en 1947 en Los Quemados, en La Escalona, en el municipio de Vilaflor de Chasna.

Como cada año Diego siempre está pendiente de la climatología, "pero con la certeza de que la tierra volcánica nos ayuda a crear vinos que pueden competir a nivel mundial", para añadir que “algo estaremos haciendo bien cuando nos premian de esta manera”.
Uno de los vinos estelares de una bodega familiar que presume de haber evolucionado cada año en busca de la mayor calidad, “siempre pendiente de la climatología, pero con la certeza de que la tierra volcánica nos ayuda a crear vinos que pueden competir a nivel mundial, como casi todos los del sur de Tenerife”, señala el gerente de Bodegas Reverón, para añadir que “algo estaremos haciendo bien cuando nos premian de esta manera”.

“Gracias a nuestros técnicos -señala- hay un antes y un después en los vinos ecológicos canarios y se está notando el crecimiento que está teniendo nuestro sector, porque hemos aprendido a sufrir, adaptándonos siempre a la climatología, de ahí que unos años tengamos vinos buenos y otros excelentes”, comentó quien siempre esta buscando terreno para ampliar su vendimia, porque "nos quedamos cortos de uva por la pertinaz falta de lluvia, aunque esta tierra es muy generosa".
Las variedades de uva están perfectamente adaptadas a la climatología, altura y necesidades del cultivo ecológico, siendo las más habituales la listán blanco para blancos secos y blancos afrutados y la listán negro, tempranillo, castellana y cabernet sauvignon para los tintos.

La historia
En marzo de 2006, con 89 años a sus espaldas y con el metro en la mano, Eugenio Reverón Sierra discutía con Diego, su hijo, las peculiaridades de un proyecto ilusionante que a la vez le asustaba, la ampliación de su antigua bodega, en la que desde 1947 elaboraba su vino a granel y en la que ya había empezado a elaborar dos nuevos vinos, uno blanco semiseco y uno tinto, embotellados bajo la marca Finca Reverón.
Eugenio Reverón Sierra (1916-2010) se dedicaba, entre otras cosas, a las viñas desde 1946. “Compré uva y empecé a hacer vino, aunque todo era más complicado que ahora, se vendía todo el vino que hacíamos, pero había que llevarlo en garrafones, a mano, porque no había nada asfaltado”, recordaba.
Fue Diego Reverón quien consiguió convencer a su padre de recuperar los terrenos familiares y convertirlos en viñedos para elaborar uva de calidad, dotar a la bodega de nuevas tecnologías, generar zonas de recreo y esparcimiento enfocados a los visitantes con paseos entre viñedos, una tienda con productos elaborados en la finca, animales que facilitan el abono natural de las plantas, cultivos ecológicos y visitas guiadas por la bodega.

Los viñedos, situados 1.300 metros sobre el nivel del mar, en el municipio más alto de Canarias, Vilaflor, ocupan unas 20 hectáreas. Una correcta gestión del suelo, al que solo se aporta materia orgánica de origen biológico, un exhaustivo control del cultivo, por variedades y parcelas y una cuidada selección de la materia prima dan como resultado unos vinos exclusivos de gran carácter y personalidad.