La Palma y Ucrania, el volcán y la guerra
Hay dos tipos de tragedias: unas son consecuencia de la terrible fuerza de la naturaleza y otras, en cambio, son producto de la perversidad humana. Volcanes y guerras crean desolación, pérdidas materiales, víctimas y el drama de los refugiados. No podemos oponernos a las erupciones, las inundaciones o los tsunamis pero la guerra sigue siendo un imposición de la hija de la codicia, de la expansión territorial, de las ambiciones que cultivan las mafias del nuevo zar ruso, heredero de los dictadores más perversos, de Hitler y de Stalin. Occidente sale derrotado ante el expansionismo de Putin, es desolador contemplar los efectos de los bombardeos y los combates en las calles, el terrible éxodo que separa familias y las muertes que colmarán los cementerios. Y aquí sigue siendo desolador contemplar esa enorme superficie negra, de la que emergen siluetas claras, chimeneas, huellas de edificaciones arrasadas, matas de platanera caídas, restos de fincas que ya no existen, plásticos de invernaderos, plataneras quemadas por la ceniza y la falta de riego. Arriba sigue el cráter, una enorme hendidura de cuyas paredes brotan fumarolas, y los tonos verdeamarillentos del azufre.