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jueves, 25 de abril de 2024 00:00h.

El Puertito no está solo

Adeje representa el paradigma de un modelo caduco de desarrollo que tuvo su inicio en los años 70 con la urbanización agresiva de gran parte del litoral de las islas, y que empezó a mostrar sus costuras con las sucesivas crisis económicas y productivas experimentadas en el archipiélago durante las décadas de los 80 y 90. Llegado el año 2008 y la brutal crisis financiera que este trajo consigo (y que aumentó en un 80% los niveles de desempleo en Canarias en tan solo 3 años), este modelo quebró de forma irreversible, viéndose definitivamente pulverizado llegado 2020, momento en que la crisis originada por la Covid-19 provocó el “cero turístico” en una Comunidad que batía previamente récords simultáneos de visitantes y de pobreza entre sus habitantes.

La reconstrucción pospandemia, en marcha desde mediados de 2020, evidencia la necesidad de recordar que la actividad humana no es ajena al entorno natural, y que la viabilidad de nuestras vidas sobre las islas pasa por restablecer el equilibrio entre nuestra organización económica, social y cultural, y el indispensable cuidado del medioambiente y los ecosistemas en los que habitamos.

Del mismo modo, el actual momento de transición entre modelos productivos obliga a mirar a las últimas expresiones de resistencia de este modelo caduco, y también a quienes las encabezan.

Es el caso del aún alcalde José Miguel Rodríguez Fraga y su último batallón de proyectos del urbanismo setentero zombie, que vienen a recordar la pobreza, el cemento y el destrozo medioambiental, y lo urgente que es para Canarias superar ese modelo y avanzar hacia horizontes sostenibles y justos, definidos por el empleo digno, la protección del territorio y la justicia social.

Es el caso, decíamos, de la intervenida ampliación del Monkey Beach (por el cual la justicia investiga a Fraga y a su grupo de gobierno), del fallido campo de golf de Fañabé (proyectado sobre la mayor superficie de suelo agrario de Adeje, y “tumbado” a posteriori por el Cabildo de Tenerife) y de un segundo campo de golf ideado para la zona de Hoya Grande. Estos proyectos, expresión clara del agonizante "capiturismo" marca Fraga, no solo habrían sido impugnados por sus graves fallos técnicos, sino que contarían con el añadido de atentar potencialmente contra el patrimonio natural, arqueológico y etnográfico de Adeje.

Es el caso, también, del actual intento de urbanización mediante la reclasificación de suelo agrario en Callao Salvaje( con una superficie similar a la de 10 campos de futbol) y, por supuesto, es el caso del Puertito de Armeñime, sobre el que se cierne la amenaza de nada menos que 3500 nuevas camas, ocurrencia del grupo de gobierno municipal que ha despertado la indignación de la ciudadanía de toda Canarias. El mamotreto turístico que se proyecta desde la concejalía de Transición Ecológica (¡bendita ironía!) del municipio sobre El Puertito plantea una gravísima afrenta a los derechos de las familias de la zona, que ven peligrar la integridad de sus viviendas y del pueblo en el que han construido, con esfuerzo, sus vidas.

No obstante, el complejo “Cuna del Alma” (primero en empezar a construirse en la zona, y que ofrece ya sus viviendas en una web redactada exclusivamente en inglés) no representa un agravio dirigido solo a los vecinos del Puertito. La sombra del buitre turístico/constructor que hoy planea de nuevo sobre Adeje pasa a engrosar las filas de un modelo que da sus últimos coletazos, tras décadas funcionando contra las familias canarias y a favor de un club selecto de empresarios (muchas veces extranjero) capaz de especular con el futuro de una tierra entera con tal de llenar los bolsillos. La lista de ataques a la isla es larga y conocida: Mamotreto de las Teresitas, Monkey Beach, puerto de Granadilla, puerto de Fonsalía, hotel de La Tejita y otro sin fin de artefactos monstruosos a los que hoy se suma el intento de destrucción del Puertito de Adeje, una de las últimas zonas naturales de las que la ciudadanía de la isla puede disfrutar de forma colectiva. Uno de los últimos lugares que el pueblo tinerfeño, y por extensión, el pueblo canario, ha logrado mantener fuera de las garras del cemento, el egoísmo y la codicia de los de arriba.

Siguiendo la reflexión de Kousis (2008), el turismo vendría a ser una actividad orientada a “la transformación del litoral o su entorno próximo, llevando aparejado el cerramiento de espacios tradicionalmente comunes”. En Canarias, la historia de la lucha por lo colectivo la conocemos mejor que nadie. Los zombies del cemento y el turismo de balconing siguen intentándolo, cada vez más enfadados, pero también más débiles y conscientes de que su tiempo se ha acabado. El futuro de las islas ya se vislumbra: verde, justo y lleno de oportunidades.

El pueblo de Canarias ya avanza hacia un horizonte de esperanza, y Adeje será el lugar en el que vuelva a encontrarse.