El día que casi muero en Pozo Izquierdo

En 1980, salimos a pescar en Pozo Izquierdo en la barca de mi tío Arcadio, en paz descanse, y también nos acompañaba el primo Juan Carlos. Era una barca de fibra con un motor de quince caballos. Nos dirigimos mar adentro, aunque no fuimos muy lejos, permaneciendo cerca de la costa de Pozo Izquierdo, y calculo que no había más de veinte metros de profundidad.
Mientras pescábamos relajadamente, mi primo Guala, como así lo llamamos, decía: “¡Hostias, chiquita tonina más grande que la barca!”. A este tipo de ballenas las llamamos toninas, y suelen pasear en grupos por las costas canarias. Sin embargo, confieso que no creía a mi primo cuando gritaba que una ballena estaba dando vueltas alrededor de la barca. Continuamos pescando, pero no logramos picar nada, y después de quince o veinte minutos fue cuándo vi con mis propios ojos a la gran tonina.

Le pedí a mi tío Arcadio, en paz descanse, que arrancara el motor para irnos, porque no me gustaba la forma en que nadaba la tonina. El mar estaba en calma total en la superficie, aunque había un mar de fondo. Cuando estábamos llegando a la costa de Pozo Izquierdo, el mar de fondo formaba olas de aproximadamente dos metros. Cuando comenzó a formarse una gran ola, tomé la peor decisión en pocos segundos: pensando que la barca se viraría, decidí lanzarme al mar, creyendo que la barca pasaría por encima de mí. Estábamos a menos de dos metros de profundidad, y cuando me puse de pie, observé que la barca no llegó a corregir su posición.

Estaba desnudo, ya que la hélice del motor arrancó mi pantalón corto vaquero y lo atascó en la hélice. Luego vi mi muslo izquierdo, que tenía una rajada que mostraba hasta el fémur blanquecino, porque todavía no había comenzado a sangrar. Pedí ayuda para que me sacaran del agua, pero gracias a Dios la hélice no cortó ninguna parte vital ni me causó heridas mortales.
Cuando cuatro personas me llevaban fuera del agua, dos niñas fueron a casa de mi madre y le dijeron: "¡Nati, tu hijo Juan se ahogó!". Obviamente, mi madre salió gritando y la escuché. Le pedí que me bajaran para que viera que estaba vivo. Mi tío Arcadio, muy agitado, golpeaba una pared con la mano derecha y se la destrozó.
Una ambulancia me llevó al Hospital Insular, donde me dieron veintidós puntos por fuera y once por dentro. Muchas personas iban a verme, pensando que había sufrido un accidente peor, pero el morbo es el morbo. Han pasado ya cuarenta y seis años.
La barca ha estado guardada en el garaje desde entonces, porque mi tío Arcadio, en paz descanse, nunca volvió a sacarla; aquel accidente lo traumatizó.
Todos tenemos un destino, y por lo visto, todavía tenía muchas cosas que hacer. Agradezco a los dioses por las cosas buenas que me han regalado y me perdono a mí mismo por mis errores.