Un Camino hacia la Paz, No la Guerra
La reciente noticia de que Estados Unidos y Rusia han comenzado un proceso de negociación sobre Ucrania sin la participación de Ucrania ni de la Unión Europea es, sin lugar a dudas, un momento crucial para la diplomacia internacional. Sin embargo, más allá de la dinámica geopolítica que involucra a grandes potencias, lo que se debe poner sobre la mesa es un llamado a la paz y la sensatez, un llamado al sentido común que nos permita salir de la espiral de confrontación y dar un paso hacia la resolución pacífica de cualquier conflicto.
El conflicto en Ucrania, que ya ha cobrado miles de vidas y ha causado una devastación económica y humanitaria sin precedentes, exige un enfoque que priorice el diálogo por encima de las armas. Todos los actores involucrados, tanto a nivel estatal como internacional, deben entender que la paz no solo es una opción moral, sino también la única forma viable de garantizar la estabilidad futura, no solo para Ucrania, sino para toda Europa y el mundo.
A lo largo de mi carrera como consejero y asesor internacional, he tenido la oportunidad de trabajar con diversas naciones africanas, a menudo inmersas en situaciones de conflicto. En mi experiencia, puedo asegurar que los conflictos no resueltos solo perpetúan más sufrimiento, división y desconfianza. De igual forma, las soluciones bélicas, lejos de sanar, solo abren nuevas heridas, creando ciclos interminables de violencia y recriminación.
El camino hacia la paz comienza con la negociación, con el entendimiento de que, en la diplomacia, el objetivo no debe ser imponer condiciones, sino buscar un terreno común. Es imperativo que Rusia y Estados Unidos, las dos potencias involucradas en este conflicto, sigan adelante con este proceso de negociación, pero con un firme compromiso de dejar atrás cualquier tipo de acción belicista que solo prolongue el sufrimiento de las personas.
Mi llamado no es solo a los líderes mundiales, sino también a los pueblos afectados por estos conflictos. Como africano, y como alguien que ha vivido de cerca los efectos de los conflictos bélicos, entiendo perfectamente el precio humano que se paga por cada enfrentamiento, por cada vida perdida. La guerra no ofrece victorias; solo deja ruinas. Es crucial que, tanto las potencias occidentales como las que están del lado de Rusia, comprendan que sus diferencias no pueden seguir sacrificando la vida de civiles inocentes.
Entiendo que las discusiones sobre temas tan sensibles como la expansión de la OTAN o la soberanía territorial pueden ser complejas. Pero no es imposible que, a través de la diplomacia, se encuentren soluciones que respeten las legítimas preocupaciones de cada parte, sin recurrir a la violencia. Ya hemos visto en el pasado cómo las negociaciones, por complejas que sean, pueden resultar en acuerdos exitosos que salvan vidas y evitan conflictos. La diplomacia debe ser siempre la primera línea de defensa, la que apueste por el entendimiento mutuo y el respeto a la soberanía de los países.
El papel de la comunidad internacional en todo esto es fundamental. Organismos como las Naciones Unidas deben estar presentes para facilitar el diálogo y garantizar que se tomen medidas para frenar cualquier escalada bélica. Además, debe ser una prioridad asegurar que los intereses de Ucrania y la Unión Europea no se vean ignorados o relegados a un segundo plano. No podemos permitir que las decisiones se tomen a espaldas de los pueblos que se verán directamente afectados. La paz solo es posible cuando todos los actores involucrados se sienten escuchados y respetados.
Es por ello que, como consejero de gobiernos africanos y defensor de los principios de paz y cooperación internacional, hago un llamado a todos los líderes mundiales a comprometerse, de manera firme y concreta, con el fin de evitar la guerra en Ucrania y en cualquier otra parte del mundo. El futuro de la humanidad no se construye sobre la violencia ni sobre el dolor, sino sobre el entendimiento, el respeto mutuo y la voluntad de vivir juntos en armonía.
El tiempo para la guerra ya pasó. Es hora de sentarse a la mesa de negociaciones, con la determinación de alcanzar un acuerdo que ponga fin al sufrimiento de los pueblos y nos permita construir un futuro donde prevalezcan la paz y la cooperación. El mundo no necesita más enfrentamientos; necesita líderes sabios, compasivos y comprometidos con la paz.
Mohamed Jamil Derbah
Consejero Especial del Primer Ministro de Guinea-Bisáu y Asesor Internacional de Países Africanos