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sábado, 20 de abril de 2024 10:05h.

La construcción como ejemplo

Todo lo que está pasando a nuestro alrededor crea un ambiente pesimista, demasiado agobiante, incluso ansioso, que está debilitando no sólo la fortaleza individual de cada persona, sino también, agotando las reservas de coraje con que cuenta la sociedad en su conjunto. La crisis sanitaria, con razón y por los efectos que ha tenido y sigue manteniendo, ha destrozado cualquier atisbo de empuje hacia adelante.

Todo se ralentiza por precaución, unido a la incertidumbre generalizada ante un porvenir que no se ve, por las circunstancias cambiantes que se producen casi diariamente. La muerte, la enfermedad, el miedo nos acompañan, por una pandemia que ha sobrepasado la capacidad de reacción de todos los gobiernos, entidades de diversa índole, tanto nacionales como internaciones, que no han encontrado una solución definitiva que nos saque de esta frustración. No podemos olvidar, que estamos igual o peor que hace un año.  Pero hay que levantarse, claro que cuesta, en muchas ocasiones demasiado, porque el sufrimiento acusado ha sido espantoso. Hay que intentarlo y no quedarse ahí, sino insistir para conseguirlo. Charles Chaplin, en un diálogo de la película “Candilejas” de 1952 decía: “lo peor en usted es que se niega a luchar, se da por vencida, no hace más que  pensar en la enfermedad y en la muerte. Pero existe algo tan inevitable como la muerte y es ¡la vida!”.​

Es el momento de nuevas propuestas, soluciones novedosas, aportaciones innovadoras, que hagan posible el cambio de paradigma que nos ha tocado vivir en esta época de la historia. Nada será igual a como vivíamos, nuestros hábitos de conducta han cambiado o mejor dicho, no los han trocado. Pero de lo que, si estamos seguros, es de que hay que seguir viviendo y para eso necesitamos producir, sentirnos útiles, provocar trabajo, insuflar actividad económica, aparejado con el mantenimiento de la seguridad sanitaria. Un ejemplo ha sido el sector de la construcción que, desde el comienzo de la pandemia, allá por marzo de 2020, siguió con su actividad, es verdad que al principio, con muchas dificultades, pero siempre con voluntad de no parar las obras, con potencialidad para continuar manteniendo el empleo y seguro de ser la locomotora que arrastra a los demás sectores económicos. Todo ello, poniendo en marcha unas medidas estrictas de seguridad sanitaria en todos los tajos, cumpliendo escrupulosamente con lo mandatado por las autoridades sanitarias o laborales, que ha supuesto una incidencia mínima de la COVID-19 en la construcción. 

Esta experiencia, tiene que servir para aprender la urgente obligación de compaginar seguridad sanitaria con actividad económica, con el fin de subsistir en una nueva forma de convivencia, que siempre tiene que llevar aparejada un funcionamiento ordinario del sistema productivo. No podemos estar confinados permanentemente, tampoco cada vez que se acercan cualquier tipo de vacaciones a lo largo del año o cuando se producen movimientos masivos de población por distintos motivos. Hay que buscar soluciones que permitan trabajar, que sigue siendo la mejor vacuna, no sólo por las consecuencias económicas que produce, sino también, por su relación al comportamiento humano, donde el trabajo le es consustancial a su ser.  

Ya llevamos más de un año de experiencia de crisis sanitaria, también han llegado las vacunas, pero en cambio, las medidas que se toman siguen siendo las mismas que al principio, encierro o aislamiento. La desaparición de miles de pymes, microempresas y autónomos es dramática, sobre todo, por sus consecuencias personales y familiares. En una sociedad que está destruida, lo que se necesita es reedificarla, a base de esfuerzo, faena y lucha. Ahí es precisamente donde empieza la tarea de la construcción, que ahora se vuelve imprescindible.