');
Buscar
jueves, 28 de marzo de 2024 14:34h.

Empresarios ejemplares

El impulso de la iniciativa privada será quien sacará a este país del atolladero en el que estamos sumergidos, primero por la crisis sanitaria provocada por el COVID-19, después, por la inestable e incierta política del gobierno central y más tarde, por la prolongación innecesaria del estado de alarma, más allá del tiempo preciso. Las medidas extraordinarias que se han impuesto han propiciado una paralización de todo el sistema productivo en los tres últimos meses y pueden poner en peligro la reconstrucción, si se mantienen por más tiempo. Es el momento de arrancar de una vez la potencialidad del tejido empresarial, como generador de actividad y empleo, porque hay que impulsar la economía inmediatamente.

 

Manteniendo todas las recomendaciones oportunas para asegurar una situación sanitaria segura y favorable, es el momento de volver a la normalidad, dejándose de inventos que ahora no aportan nada, como la denominada nueva normalidad y aprovechar otros mecanismos que ya nos ofrece nuestro Estado social y democrático de Derecho, para empezar a levantarnos con brío. Tenemos en nuestro ordenamiento jurídico la suficiente legislación básica para afrontar la actual situación, como pueden ser la Ley de Salud Pública, la Ley de Medidas Especiales, la Ley de Protección Civil o la Ley de Seguridad Nacional, sin estar sometidos a la excepcionalidad asfixiante, que se quiere mantener artificiosamente. No podemos seguir permanentemente confinados o parados, hay que poner en funcionamiento nuestra economía, las empresas quieren, los trabajadores también, necesitamos trabajar para producir, manteniendo el empleo y las capacidades creadoras. La iniciativa privada debe tener la suficiente libertad, como para emprender su labor, sin impedimentos coercitivos que vienen dados más por estrategias partidistas e ideológicas, que por realidades coyunturales.


La eficiencia histórica, demostrada por los empresarios, para remontar situaciones difíciles es evidente. Pero necesitamos que nos dejen trabajar, sin impedimentos absurdos o inconvenientes sobrevenidos, por parte de una administración pública, obsoleta, ineficiente y estorbadora. Podemos tener todas las ganas del mundo para comenzar la reconstrucción, pero las ilusiones se evaporan rápidamente cuando enfrente nos encontramos un muro obstaculizador que impide cualquier avance. Tenemos las llaves del futuro, si somos capaces de edificar con buenos cimientos el presente. Hay que producir, para crear empleo y reactivar la economía, no podemos quedarnos quietos, para que entonces triunfe la sociedad de la subvención, a la que tan aficionados son los políticos del pensamiento único. Buscan el apoyo en la miseria y en la dependencia, para perpetuarse en el poder, a base de la limosna institucional, sin buscar alternativas para el progreso individual o social.


Volver a la normalidad, no quiere decir conformarse con lo que no iba bien, al contrario, significa que tenemos que recuperar lo bueno que había y reformar lo que no funcionaba, en un nuevo contrato social, donde hay que dar espacio suficiente a la sociedad civil, a la iniciativa privada y al gobierno en sus distintas modalidades territoriales. Tiene que ser un acuerdo amplio en sus componentes y en sus decisiones, basándose en la seguridad, que se refleja en los distintos hechos vivenciales, a saber, personal, empresarial, ciudadano o económico. El aumento de la productividad y del rendimiento está implícito en el quehacer empresarial, otra cosa es que se implante en la administración, como forma de gobierno y gestión de la cosa pública. Sería lo deseable, además de imperioso, maximizando el tiempo, los comportamientos y procedimientos. La lentitud no se entiende en la sociedad de la inmediatez o la digitalización y menos perder el tiempo, porque siempre hay que ganarlo. Por eso, si a los empresarios nos dejan libertad para proceder con dinamismo, somos capaces de convertir los inconvenientes en oportunidades.

Oscar Izquierdo

Presidente de FEPECO