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viernes, 29 de marzo de 2024 00:49h.

Haciendo más que diciendo

En Tenerife llevamos décadas atascados en obras o mejor dicho con ausencias de éstas. No hay manera que se ejecuten, ni las más importantes o prioritarias, ni tampoco las más elementales. Todo se queda en propuestas, promesas, estudios, ruedas de prensa, ocurrencias varias y pérdida de tiempo constante; a la hora de la verdad no hay actuación concreta alguna. 

Así nos va, así estamos y así seguiremos si no somos capaces de cambiar esta dinámica paralizante y paralizadora. Es necesario poner en marcha el posibilismo, como tendencia a aprovechar con fines prácticos las posibilidades existentes o circunstancias que se dan en cada momento. En política significa aplicar abundantemente la negociación, el compromiso o el tan querido y ahora olvidado consenso. Se trata de hacer más que de hablar, de buscar encuentros, no divisiones y por supuesto, olvidarse del caudillismo histriónico, como alguno que hay por ahí, entorpeciendo cualquier solución adecuada.

Al principio y al final, las obras no salen porque los que tienen la responsabilidad o unas veces no tienen ni los proyectos, ni ideas, ni eficacia gestora o porque cuando se quiere empezar alguna obra, son precisamente ellos, quienes impiden su ejecución con maniobras dilatorias, con ocurrencias fuera de lugar y de toda lógica, para intentar disfrazar su falta de operatividad o su nula eficiencia administradora. Tenerife necesita obras en sus carreteras, aeropuertos y puertos, todo lo demás son humo que se lleva el viento y no deja fertilidad económica y social alguna. Hay que empezar y después tendremos tiempo de mejorar lo que sea oportuno, pero lo que no se puede soportar es que estemos siempre con prontos ingeniosos, que quedan bien para salir en la foto un día, pero que no sirve para arreglar el desconchado que tenemos en la isla.

El filósofo alemán Oswald Spengler, en su famosa y voluminosa obra La decadencia de occidente (1918), ya decía que "la historia de una cultura es la realización progresiva de sus posibilidades". Tenemos que inyectar positivismo actuante en la gestión pública, que rompa moldes caducos o estancos, que frenan cualquier iniciativa ejecutoria. Hay que mirar para adelante, si se hace al revés, se tiende a caer o sencillamente no se avanza. A lo mejor, en la isla han sobrado proyectos megalómanos, que sólo han buscado la mayor gloria personal, para la supervivencia histórica del ínclito político de turno, que no quiere pasar sin dejar huella, aunque esta sea sólo virtual; también persisten los soñadores de nacimiento, que están en las nubes y no bajan a la realidad del terreno. No necesitamos fantasiosos o visionarios, sobran por doquier, sencillamente, anhelamos gestores públicos pegados al terreno, realistas, y cumplidores, también los hay, aunque desgraciadamente son pocos.

Está claro que hay que empezar por lo que se puede hacer, siempre he manifestado, aunque parezca una perogrullada que, para terminar una obra, primero hay que comenzarla; no sólo basta poner la primera piedra, siempre les gusta con foto, sino ineludiblemente poner la última piedra, ahí está el éxito. También en la gestión de la cosa pública, la humildad como parámetro de comportamiento, puede significar el comienzo de grandes oportunidades. Por lo tanto, hay que reclamar sin parar, que se inicien las obras en carreteras, aeropuertos y puertos, después ya analizaremos distintas posibilidades de mejora o crecimiento de éstas. Cuidado, no se debe parar una obra para proyectar otra con pretendidas mejores condiciones, es el cuento de nunca empezar nada, porque la experiencia en Tenerife nos ha enseñado que cuando se utiliza este argumentario, al final ni se hace la que estaba prevista en un principio, ni nunca se ejecuta la que iba a ser mejor. Estamos escaldados de tantas ocurrencias, promesas y propuestas fantasmagóricas o grandilocuentes, que lo único que han servido es para perder el tiempo, bloquear, colapsar y no tener obras; siempre hay más posibilidades en cada instante, de lo que somos capaces de pensar.

 

OSCAR IZQUIERDO 

*Presidente de FEPECO