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martes, 23 de abril de 2024 20:59h.

Hay remedio

Cuando se atraviesa en la vida ordinaria una situación compleja, tanto personal, laboral, sanitaria o de otro tipo, casi siempre hay buenos amigos, además, bien intencionados, que rápidamente intentan dar energía diciéndote “ánimo”. Desde luego no soluciona el problema, tampoco viene mal, pero muchas veces se siente como un cumplido o pura formalidad y más que ayudar, exaspera al más paciente. El problema de cada cual siempre es para él el más importante, es comprensible, porque lo sufre directamente.

La crisis sanitaria ha trastornado toda la convivencia y las relaciones sociales, ya no digamos la terrible incidencia que tiene sobre la economía y principalmente sobre el empleo, creando angustia vital en miles de ciudadanos, que de la noche al día se han quedado sin trabajo, sin sustento y sin capacidad de respuesta, porque no ven salida por ningún lado.

Además, la gente tiene que aguantar todos los días la recriminación de los políticos por su comportamiento, culpabilizándolos de todos los males habidos y por haber, porque, según dicen, todos somos irresponsables, menos ellos que se creen intocables. Es injusto y además no es cierto. La mayoría de la población se ha comportado y lo hace actualmente civilizadamente, acatando las normas. Es verdad que hay excepciones, más de las debidas, pero eso pasa siempre en todas las cosas, ambientes, profesiones o actuaciones varias. Frente a los que son cumplidores, están los listillos de siempre, que no hacen caso, porque se creen que están por encima del bien o del mal. Pero lo que es intolerable es que se mire solo para un lado, cuando se buscan culpables.

Los que gobiernan han cometido demasiados errores en la gestión de la pandemia. También hay que decir que no solo en España, sino en casi todos los países afectados. Las equivocaciones han sido tremendas, la opacidad completa, la desinformación mayúscula, las contradicciones diarias, la falta de acciones rápidas han destacado por su ausencia. Por lo tanto, si buscamos a quien culpabilizar, tendríamos que mirar para varios sitios y no apuntar solo para los ciudadanos. Los que gobiernan no han sabido o no han podido asumir la crisis sanitaria con criterios certeros. Las equivocaciones y correcciones son frecuentes, incluso en los decretos u órdenes que se publican en el Boletín Oficial del Estado, BOE, siempre hay que esperar al día siguiente de la publicación de alguna norma para ver las correcciones que han hecho a última hora. Improvisación por todos lados, como para ver si se acierta en alguna acción concreta. Eso sí, declaraciones muchas, casi todas triunfalistas, poniéndose bien y dejando a los demás, que somos todos, peor que mal.

No es el momento de buscar culpables, sino soluciones, que sean viables, buenas y consistentes. Pero también es verdad que no podemos permitir que sigan criminalizando a la mayoría de la sociedad, porque entre otras cosas ellos no han sabido hacer bien su trabajo, que para eso se entra en política, para gestionar eficientemente la gobernanza de la cosa pública. Ahora hay que compaginar seguridad sanitaria, porque las personas siempre tienen que ser la prioridad, con una actividad económica constante, que permita mantener activo el sistema productivo, el trabajo y más empleo. Estamos en la coyuntura oportuna para abrir nuevos horizontes que pasan por reconstruir lo dañado. Para rehabilitar la confianza personal hay que dar seguridades, que pasan por un incremento de la ocupación laboral, principalmente aumentando la inversión pública en aquel sector que pueda dar más dinamismo, como es el caso de la construcción. Hay mucho por hacer, por empezar, por acabar, por conservar, por reformar, por mantener. Hay que construir sobre lo construido, para modernizar, incorporando eficiencia energética, accesibilidad y digitalización. Podemos hacerlo si nos dejan.