');
Buscar
sábado, 20 de abril de 2024 13:31h.

PARA SALIR ADELANTE

Estamos instalados en la sociedad del miedo o mejor dicho, intentan, desde las esferas del poder, amedrentar para callar a la gente. Se trata de adormilar e incluso anestesiar a la sociedad para que no proteste, ni por supuesto, reivindicar lo que necesita. Gobernando sólo desde la ideología morada, roja, azul, naranja verde o del color particular que se quiera poner, precisamente se impide el pluralismo, que siempre es enriquecedor.

Lo normal es que se impone todo, no se propone nada, parece que estamos en un verdadero campo de batalla, donde al final aparecen ganadores o vencidos, en una lucha fratricida. Eso lleva implícito que ha triunfado el frentismo, que es empobrecedor, creando malestar permanente, crispación generalizada, además de suspicacias y desconfianzas mutuas. Es una realidad tristemente cotidiana que está influyendo negativamente en una convivencia normalizada. Los políticos están dando muy mal ejemplo, sus continuas desavenencias influyen en la falta de eficacia gestora, provocan paralización de proyectos, impiden ejecución de obra y ahuyenta inversiones. Es precisamente todo lo contrario a un servicio público.

No es casualidad que los actuales dirigentes públicos, intenten continuamente enterrar aquel espíritu de la Transición que, por cierto, tan buenos resultados nos trajeron, basados en el diálogo, consenso o el acuerdo. No sólo desprestigian a aquellos políticos que si dieron la talla, precisamente porque sabían escuchar y sobre todo, ceder intereses particulares, tanto personales, ideológicos, como partidistas, para poner sobre todo, el bien común. Quieren hacer olvidar una etapa histórica ejemplar y además reconocida internacionalmente, porque es edificante, en contraposición con la bajeza, descomposición y desprestigio de la política actual. Los que tuvimos la suerte de vivir o participar activamente en esa recordada y añorada Transición, somos conscientes y perfectamente conocedores de la degradación que sufrimos actualmente. 

Aparejado a ese combate dialéctico permanente, se produce una inacción persistente en la gestión pública, porque se pierde el tiempo en lo accesorio y no se actúa sobre lo prioritario. Estamos viviendo una coyuntura tan complicada, que hay que cambiar el paradigma, es decir, hacer más y hablar menos. Tomar decisiones que se pongan en práctica. Rapidez para todo y en todo, para atenuar los daños sanitarios, económicos y sociales, sin que puedan llegar a expandirse por dejadez.     

Ahora más que nunca hay que ser diligentes en la gobernanza, proponiendo y haciendo. Dejar de una vez el cálculo electoralista en las resoluciones que se deben tomar, ya que no estamos en un juego sin importancia para ganar una partida anodina. Todo lo contrario, es necesario revitalizar la seguridad sanitaria, la economía y por supuesto, la autoestima de la ciudadanía. 

Trabajo es la palabra mágica en estos momentos, porque no sólo es un medio ordinario de llevar al núcleo familiar el sustento económico, sino también y no con una importancia menor, llevar dignidad personal. Por eso, hay que propiciar actividad económica, que mantenga el empleo existente y propicie la creación de nuevos nichos laborales. La licitación o contratación pública, la rapidez en la concesión de licencias de obras u otras autorizaciones administrativas, la reforma, rehabilitación, conservación y mantenimiento del parque edificatorio, la modernización o renovación del equipamiento comunitario, la incorporación de la eficiencia energética, la accesibilidad universal, la digitalización en las edificaciones y la agilidad burocrática para que la iniciativa privada tire del sistema productivo, son soluciones viables, a corto plazo, que es lo que necesitamos. Vamos a pensar y trabajar en plural, porque sobran los egocentrismos caprichosos, que dificultan llegar a la meta. El rescate será dichoso si ponemos diligencia y lo vamos a conseguir, en la medida en que se ponga la velocidad suficiente, para que todo fluya con celeridad.