Apocalypto
El tardosanchismo se enfrenta a un reto que supera a todos los anteriores pero que, al mismo tiempo, le ofrece un extraño salvavidas. A medida que el plan de rearme europeo suba en decibelios, el griterío interno del Parlamento bajará el tono para centrarse en algo de orden superior. Aun partiendo del previsible desacuerdo en la coalición de gobierno respecto al aumento del gasto militar, la urgencia declarada ante esta pandemia geopolítica, hará que las disputas entre bloques irreconciliables carezcan de sentido.
Como ocurre en el final de la película Apocalypto, los mayas quedan paralizados al ver la llegada de los conquistadores, un golpe de realidad hipnótico en forma de embarcaciones que arriban a la playa como auténticos extraterrestres, simbolizando el final de una era. La brutalidad de las costumbres en la civilización maya, de igual modo podría suceder en España con la violencia política doméstica, enmudece cuando la aparición de una nueva forma de colonización destructiva amenaza nuestro modo de vida.
Un adiós o, como mínimo, un hasta luego a esta continuación de la guerra civil que se revive en discursos de odio, trasladaría la pugna al territorio de la emergencia nacional y a la imperiosa necesidad de consensos. Justo lo que una amplia mayoría social les pediría a PSOE y PP, que no tendrían más remedio que acordar una postura común y hacernos olvidar, aunque sea solo por un tiempo, las batallitas surrealistas del quítate tu para ponerme yo.
Los nacionalismos periféricos se pondrían a resguardo del paraguas continental, ahora sí que interesa, porque ya es un hecho que el norteamericano no nos va a proteger de la lluvia. La inmigración, la vivienda o la amnistía a Puigdemont serían simples gotas de agua dispersas en medio de un océano distinto y con otras reglas. Supongo que en Canarias estamos preparados para tiempos duros.