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sábado, 15 de febrero de 2025 01:30h.

El chico de Queens

En ausencia de una madre enferma, Donald fue criado por su padre, un lobo inmobiliario de quien aprendió las cualidades necesarias para desarrollar con éxito las artes del oficio. Tras unos comienzos dubitativos, el pequeño Trump supo endurecerse y encontrar un camino propio basado en el irrefrenable deseo de superar al progenitor. Anhelaba conquistar la gran manzana, ser alguien, pero aún más importante era conseguir el reconocimiento por parte de las élites.

Donald tendría que abrirse paso a codazos para entrar en el selecto club de los multimillonarios. Amenazado por la bancarrota, tomó una decisión que cambiaría el rumbo de su vida, cuando aceptó participar en un programa de TV, “El Aprendiz”, un reality show de la NBC creado por Mark Burnett, a cambio de quedarse con un tercio de las ganancias.

Durante la friolera de 14 temporadas, su frase estrella fue `you´re fired´ (estás despedido), la misma que sigue utilizando para despreciar a sus rivales políticos. Donald interiorizó la importancia de los medios de masas para seducir a la América profunda y conectó con una audiencia que lo veía como el simpático triunfador gamberro, un tipo rudo con una moral discutible, la encarnación del antihéroe que consigue vencer a un sistema poblado de intelectuales y cursis.

Se convirtió en un referente, el tiburón al que se le perdonan ciertos deslices y en el terrible verso libre del partido republicano. La ambición de Donald lo llevo a superarse, acaba de proclamarse presidente y el destino de su segundo mandato está unido al de EEUU.

El viejo Trump firma decretos con el ceño fruncido, pero aún conserva los esquemas mentales de aquel chico de Queens, ingenuo nostálgico del made in USA, flanqueado por los súper tecnócratas que le han escogido para instrumentalizar el fin del imperio americano que Donald promete volver a hacer grande. Otra vez.