El Estado terrorista de Israel
El círculo del terrorismo necesita financiación, apoyo logístico y alguna creencia religiosa, filosófica o política sobre la que depositar su razón de ser. Para que ese círculo no se rompa, es imprescindible la colaboración de los países, que participan directa o indirectamente en la lógica del terror. En particular, el estado de Israel o, mejor dicho, el gobierno de Netanyahu, que centra sus esfuerzos en agravar un conflicto larvado que amenaza con escalar a nivel regional y quien sabe si mundial.
La reciente operación del famoso Mosad, los servicios de inteligencia israelíes, deja muy claro hasta donde son capaces de llegar, con un atentado que ha sido posible gracias al avance de la tecnología.
Es la primera vez que se manipulan miles de buscas para hacerlos estallar al mismo tiempo, en un alarde de minuciosidad asesina. Se podría argüir que esto es solo otro “ataque preventivo” no exento de “víctimas colaterales” como por ejemplo niños, en honor a la expresión que pusieron de moda Bush, Aznar y Blair cuando la guerra contra Irak y sus inexistentes armas de destrucción masiva. A la hora de poner excusas para iniciar una masacre, los Estados definen muy bien al enemigo para que identifiquemos su maldad y porque debe ser perseguido, combatido y eliminado. Y mienten. De hecho, las mentiras de Estado son incluso peores que el odio normalmente inculcado por líderes mesiánicos en los cerebros de ilusos radicalizados que juran venganza.
En el fondo, intereses económicos y territoriales pululan por debajo de la mesa de negociación de los acuerdos de paz, enviando mensajes sibilinos a ciertas organizaciones terroristas para que sobrevivan intelectual y militarmente, y que la barbarie más o menos generalizada se mantenga con buena salud y marque una agenda oficial trucada.
No terminaríamos nunca de discutir sobre quien empezó a disparar primero pero un Estado de derecho que se supone democrático es responsable de utilizar los resortes de su poder para sofocar el oxígeno que aviva las llamas del terrorismo, en vez de echarle más gasolina al fuego con la consabida excusa de que tiene que defenderse. Ahora le toca responder a Hezbolá, tras un nuevo Beirut ensangrentado, y a Irán, cuyo embajador en el Líbano ha resultado herido. Los proveedores de armas, entre ellos España, deben estar frotándose las manos.