La Constitución esa...
La importancia del día de la Constitución se resume en una célebre frase de aquel genial cómico gallego que alguien llamó M.Rajoy: “ese señor del que usted me habla” cuando los famosos papeles de Bárcenas, ex tesorero del PP al que Mariano naniano regaló un epitafio universal aplicable a cualquier persona o cosa de cuyo nombre no quieres acordarte.
En este tiempo mentiroso, la carta magna que plasmó nuestra convivencia democrática, sirve como la memoria lejana de una vieja compañera de partido a la que todos dicen respetar, mientras en la práctica, es sistemáticamente manoseada desde el más vil y baboso de los desprecios.
Toda esa carcasa institucional reduce el interés público y publicado al vestido que se puso Ayuso y al nuevo parte del fango con anuncio pomposo producto de alguna ocurrencia de última hora, en el que Camaleón Sánchez, traducido en arameo como “El que avanza”, aprovecha para echar a los periodistas el habitual plato con las sobras de la tormenta de ideas que acaba de pergeñar su equipo de comunicación.
Así que bueno, podemos reformar la Constitución, o todavía no, ya veremos. Pasar revista a las tropas, amar la bandera que nos desune y a ver si acabamos rápido, que es fiesta. Los herederos políticos del documento redactado por los padres de la transición, son el reverso tenebroso de la democracia, donde es más fácil que un Aldama entre por el ojo de una cerradura ministerial que un servidor público, vaya chiste, sea digno de empadronarse en el reino de la dignidad. Pero hay más, pongamos que hablo de Canarias, ese paraíso archipelágico ultra chiripitifláutico del que usted me habla, esos inmigrantes amontonados sobre los que me pregunta, no los conozco ni los volveré a conocer, tú, gobierno manipulador y tú, oposición chantajista.
Viva la Constitución esa, y vámonos a comer ya.