La dureza del mundo
“Europa es un herbívoro en un mundo de carnívoros” fue una de las frases que Josep Borrell arrojó al ser investido doctor honoris causa por la Universidad de Valladolid. En su discurso, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y política de seguridad lanzó un mensaje contundente para que tomemos conciencia de que estamos ante el “mayor riesgo geoestratégico” desde la Crisis de los Misiles de 1962 en plena Guerra Fría.
Pero Borrell no se paró ahí y aprovechó la ocasión para desvelar que Israel financió a Hamás durante años, una acusación cuya gravedad ha pasado casi inadvertida en la opinión pública.
El agujero negro creado por los medios de comunicación traga y escupe titulares a tal velocidad que, como también dijo Borrell, la historia “ya no se mide en años, sino en semanas y meses”. El ritmo de la escalada bélica en el Mar Rojo, situación que definió como muy peligrosa, avanza en paralelo al hecho de que “la supremacía de Occidente está llegando a su fin”.
Europa debe afrontar “la dureza de un mundo áspero y conflictivo para el que no estábamos preparados”. Cuando la violencia llama a nuestra puerta, negarla no es una opción. Y aquí, en la ultra periferia turística canaria, vemos con desdén otra de esas durezas extrañas y lejanas en forma de inmigrantes que consiguen arribar al Hierro tras superar la travesía de la muerte.
Los que nacimos en los albores de la democracia, igual que nuestros hijos y nietos, no sabemos lo que significa sufrir los horrores de la guerra, con las bombas cayendo en nuestras calles, edificios y hospitales. Los burócratas de Bruselas tampoco conocen el hambre y Borrell viene como un despertador de malas noticias. Asumir esta realidad es el primer paso para entender que el bienestar no dura para siempre.