La vida sin Sánchez
He leído atentamente en “The Objective”, el artículo de Juan Luis Cebrián titulado “Basta ya”, un fiel reflejo del sentir de una parte nada desdeñable del PSOE respecto de la figura personal y la forma de proceder de un presidente abiertamente detestado por los socialistas más nostálgicos.
Cebrián caldea el ambiente previo a la celebración del Congreso federal, que Sánchez ha adelantado a noviembre, debido a las críticas internas por sus concesiones al independentismo catalán.
El texto viene a ser un llamamiento angustioso que implora por la aparición de algún espíritu valiente que aniquile el sanchismo y regrese la cordura. No falta el recurso de nombrar a Felipe González, pero es precisamente en ese deseo de retornar a la vida anterior a Sánchez donde reside la añoranza de un tiempo político que no volverá, incluso después de que Sánchez haya desaparecido de la escena.
España (y también Canarias) ya no es la misma, la sociedad ha cambiado y el relevo generacional producirá aún más cambios. La inmediatez impuesta por la fábrica de contenidos que llamamos información alimenta una obsesión desmedida por un actor político aferrado al poder, astuto y oportunista, pero muy sobrevalorado, apenas una mota de polvo frente a desafíos como la inmigración, las incógnitas sobre el futuro de Europa, o las consecuencias del resultado de las elecciones en EEUU.
La auténtica corriente de fondo de la historia viene impulsada por la inteligencia artificial y sus efectos sobre nuestro modo de pensar. La democracia y el modelo de estado pueden sufrir enormes alteraciones que darán lugar a un mundo muy distinto del que hemos conocido.
El fin del sanchismo dejará huérfano de odio a la mitad del país, mientras un dron de penúltima generación, que no necesita dormir, comer, ni votar, se dedica a analizar, memorizar y controlar hasta el último de nuestros movimientos.