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miércoles, 26 de marzo de 2025 00:00h.

Nuevo Orden, Mundo Viejo

El tiempo no hace mella en la vanidad de los hombres que aspiran a pervivir retrasando la evidencia de su final. Los ancianos de la tribu eran sabios respetados y decidían sobre asuntos de importancia, por encima de ambiciones personales más propias de las pasiones de juventud. Sin embargo, hay algunos que chochean y en vez de apartarse en un generoso acto de humildad, regresan compulsivamente a las glorias pasadas como si nada hubiese cambiado a su alrededor. Y no se paran ahí, sino que aprovechan la ausencia de liderazgo para colarse en nuestras vidas y llenar el vacío moral de Occidente con imágenes y palabras de una época muerta.

Cuando los estudiantes revoltosos de mayo del 68 se cansaron de protestar y el rock&roll se aburguesó, el mundo ya era distinto y ellos se habían hecho mayores.

El Capitalismo de entonces impuso la lógica del dinero y los nostálgicos del poder autoritario han recuperado esa estética como si fuera moderna. Las nuevas generaciones empiezan a considerar el fascismo como algo revolucionario, porque establece un marco ideológico que les resulta atractivo y rompedor.

Son nietos de jubilados cuyo número aumenta en naciones que fueron construidas por inmigrantes, los mismos que contribuyen a sostener el sistema trabajando para una población envejecida.

Resulta conmovedor que se pretendan solucionar los problemas del siglo XXI con soluciones importadas del orden anterior a las guerras mundiales. Ante la complejidad de la globalización y el concierto internacional basado en la multilateralidad, llega la reacción de los que quieren repartirse territorios y recursos en los sillones de su particular geriátrico.

Sueños de grandeza de arrugados dictadores que reverdecen en manos de inteligentes simios milmillonarios que desean el control total. La vanidad excesiva es peligrosa en hombres que manipulan la realidad en un tiempo que no les pertenece.