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viernes, 04 de octubre de 2024 09:54h.

Planeta Guanche

Al principio, solo había agua entre las dos islas, pero un día ocurrió algo. Un gran terremoto al que siguió la erupción de un coloso submarino. En ambas orillas, los medio peleados habitantes azules y amarillos, no podían creer lo que veían sus ojos, una isla emergía de las profundidades y provocaba un tsunami que anegó sus costas, para dejarlos unidos en la misma desdicha. Fueron tiempos de oscuridad y tristeza, mientras en la nueva tierra el germen de la vida se abría paso lentamente. Cuando se recuperaron las comunicaciones, los políticos azules y amarillos que quedaban vivos enviaron sendas embarcaciones con soldados, científicos y una delegación cultural a explorar el nuevo mundo.

Al comprobar que pasaban días sin saber nada de los expedicionarios, utilizaron un telescopio con el que descubrieron lo que había pasado. La poderosa lente mostraba la imagen nítida de varias personas en taparrabos y el audio a distancia emitió lo que a todas luces parecían vocablos guanches.

El pánico cundió entre las modernas instituciones canarias, pues aquella maldición volcánica convertía a los visitantes del siglo XXI en guanches primitivos. La Iglesia reaccionó y un sacerdote viajó hacia la isla maldita con el firme propósito de realizar un exorcismo y conseguir que los salvajes recobrasen su estado civilizado.

Al poco tiempo, el cura se revolcaba desnudo en una cueva con dos profesoras universitarias de la primera misión. Pasaron años y la población aumentó. Su sociedad se hizo más compleja, empezaron a comerciar y apareció la primera casa de auto construcción.

El símbolo del progreso se hizo patente cuando llegaron las carreteras, puentes y rotondas. Luego vino el aeropuerto internacional y al éxito económico le acompañó la llegada de muchos inmigrantes. Con los hoteles repletos de turistas, en las escuelas casi nadie recordaba la historia de los guanches originarios, ni sus costumbres.

Entonces, la tierra volvió a temblar.