En casi 30 años que llevo en Canarias jamás había visto tan claramente como hoy la magnitud del expolio, de la agresión, del robo continuado que están sufriendo este archipiélago y sus gentes a manos del capital y sus dinámicas corruptas y depredadoras. Así las cosas, si vives en Canarias y amas esta tierra -al margen de que hayas nacido o no aquí-, y si amas esta tierra por encima de lo que amas tu negocio o tu pequeño y limitado mundo, no puedes más que reaccionar a esta agresión y revelarte hasta decir ya está bien. Basta para verlo con una somera descripción de la realidad isleña actual. Y no descubrimos nada si decimos que en Canarias arrastramos los peores indicadores sociales en cuanto a paro, pobreza, precariedad laboral, paro juvenil, nivel educativo, calidad de la sanidad pública o coberturas sociales, no descubrimos nada porque así ha sido siempre. Tampoco decimos nada nuevo cuando afirmamos que sufrimos una de las clases políticas más corruptas, ineptas y cobardes del Estado, y es que esta ha sido también la norma por Canarias desde hace muchas décadas.
¿Qué es lo que hace entonces estos tiempos diferentes?, preguntarán algunos. Es sencillo, las coyunturas económicas, la global y la local, han cambiado ostensiblemente y ambas sumadas provocan que en la actualidad estemos sufriendo la tormenta perfecta que va camino de vender Canarias entera a capitales y especuladores extranjeros empobreciendo de paso a más de la mitad de la población autóctona.