El fin del mundo
Si seguimos al pie de la letra, lo que se escribe o se oye, estamos a las puertas del fin del mundo. Hay un interés particular o mejor, podríamos denominar global, en inundar de mensajes agoreros cualquier actividad, especialmente todas aquellas relacionadas con el territorio. Es una verdadera inundación de avisos, recados, notas, comunicaciones, anuncios, de autodenominados expertos, que, por cierto, granan por todos los campos, de una manera extraordinaria. Aunque muchas veces, su experiencia o lógica profesional, sea más que dudosa. Pero, aunque son muchos, por todos los países, el mensaje es el mismo, sencilla y simplemente, la imposición autoritaria del pensamiento único, por cierto, el de ellos. No es que valga la discrepancia, es que no se admite, porque cuando alguien o alguna entidad, se posicionan en contra de sus criterios infalibles, enseguida son, literalmente, escachados, vilipendiados o denigrados. Se entra por el redil, aunque sea a la fuerza, para vivir tranquilo o por el contrario, se está en disposición de ser machacado, para que la voz contraria, no se oiga, por si acaso, pueda tener influencia.