Tenerife, igual que las demás islas del Archipiélago Canario, está sucia, en el sentido literal del término. Da vergüenza y sonrojo, pero es verdad, perfectamente comprobable a simple vista. Por todos lados, en cualquier municipio, ciudad, pueblo, barrio, paraje natural o zona costera, montes y barrancos, calles, plazas, avenidas, parques, espacios públicos, polígonos, carreteras. Es un mal generalizado, cada vez más abundante, preocupante y peligroso, no sólo desde un punto de vista sanitario, que ya tiene su importancia por sí mismo, sino también, de una falta de concienciación ciudadana, donde hay que incorporar la solidaridad y la implicación activa y efectiva, del vecino o residente del lugar que corresponda.