Creo que nunca hice una declaración vital de intenciones, más allá de lo que han podido delatarme mis acciones en estos años, y este artículo pretende ser eso mismo, una especie de acta de ciudadanía, para quien pudiera interesar. Es hora de elegir, creo, entre el ¡Sálvese quien pueda! y el Principio Esperanza, y yo elijo. Ya se acabó el tiempo en el que podías ir a lo tuyo, atrás quedaron los años en los que el barro no te salpicaba, como apuntaba esa ilustrativa viñeta de El Roto: "Cada vez queda menos margen para mantenerse al margen". Es momento de tomar partido, porque hubo unos que ya lo tomaron hace tiempo (políticos y corporaciones, las dos caras de una misma moneda), y parece que no pensaron demasiado en nosotros. Se trata de decidir qué hacemos, nosotros, los de la calle, cuando ya, con plan o sin plan, parece que se han cargado a la clase media, y prácticamente solo quedan "ricos" o muy "ricos", pudientes y poderosos a un lado, y al otro lado el resto, la gran mayoría, repartidos entre "pobres", muy "pobres", precarios sobrevenidos, apurados, supervivientes, aguantados, trileros de poca monta, pequeño rentistas, gente que anda en el filo y algún que otro burgués que aún no se dio cuenta de qué va la cosa.