La máxima del filósofo griego Heráclito que da título a este artículo debería actualizarse. Después de unas elecciones, da lo mismo el ámbito territorial al que correspondan, los distintos líderes o las diferentes fuerzas políticas, intentan vender provechosamente los resultados, si son buenos, aplaudiéndolos y si son malos, encubriéndolos. Se trata de amortiguar el golpe en un caso y sacar rédito en el otro. Los políticos, cuanto más experimentados y maduros en las contiendas electorales, aprovechan la ocasión para disfrazar la realidad según su conveniencia. Los noveles, sin experiencia, caen en el fácil triunfalismo, que raya en la ridiculez. Nadie quiere reconocer una derrota y todos se apuntan a una victoria, aunque sea virtual.