En medio de la tormenta perfecta que padecemos, con la combinación de varias crisis, que no sabemos por donde seguirán, porque todo es cambiante de manera inmediata, estamos en una incertidumbre constante, que afecta no sólo a los ciudadanos, temerosos ante el presente y porvenir, sino también al mundo económico, donde no hay seguridad alguna para planificar, ni a medio y mucho menos a largo plazo. Estamos acostumbrándonos a vivir dentro de una nueva normalidad, no la que prometió, alegremente en su día el presidente Pedro Sánchez, que nunca apareció, ni existió, sino la verdadera, a saber, la que se sustenta en la provisionalidad absoluta en todo. Hay miedo, no podemos obviarlo, que viene precedido de la machaconería de las élites gobernantes, que les gusta una sociedad asustadiza, porque es más fácil de controlar.