Por fin se han acabado las elecciones, primero las Generales en abril, después las Europeas, Autonómicas, Insulares y Locales en mayo; la verdad es que han sido dos meses con una saturación, que ha llevado al límite de lo soportable. Tampoco podemos olvidar que venimos arrastrando dos años con una inflación política abrumadora, que todo lo ocupaba y mediatizaba. Hay un hartazgo generalizado, porque alguna vez los políticos tendrán que ponerse a trabajar, dejando atrás las sonrisas forzadas, los maquillajes artificiales o los saludos por doquier. Ya están los resultados, lo que la ciudadanía ha escogido libremente, ahora es el momento del cumplimiento, de pasar de las palabras bonitas, edulcoradas y prometedoras, a la realidad tangible. Que no pase lo de siempre, lo que todos sabemos por experiencia y retrata el refranero: “que donde dije digo, digo Diego”. Ya lo plasmó Milton Friedman: “Uno de los más grandes errores es juzgar a los políticos y sus programas por sus intenciones, en vez que por sus resultados”.