Una reflexión
Cuando Podemos se presentó a las elecciones como alternativa de IU, mucha parte del sectarismo de izquierda gritaba a los cielos que venía a romper el espacio ya construido en años. Pablo Iglesias se paseaba por la Sexta como por su casa y no había día que no saliera una noticia sobre Podemos. Él justificaba, en todos los medios y comicios, que un partido es una herramienta y sí este para de funcionar, HAY QUE CAMBIARLA.
Poco hemos aprendido de nosotras mismas. La falta de autocrítica, el orgullo y el ego untado de odio hacia lo que está por nacer, hacia lo nuevo, repite el comportamiento que tuvo en su época IU; no olvidemos las palabras de Cayo Lara “no querían en la unidad popular, querían la absorción de IU”. La neofobia es una fobia concreta que se desarrolla cuando la persona se enfrenta a una situación nueva para ella.
Recuerdo los ataques en redes sociales, en los debates de los círculos y fuera en las calles. Éramos las malas, las nuevas, las que no sabíamos hacer política, las neófitas.
Nos llamaban destructoras de la Izquierda, vendidas, y amigas del PSOE. Creaban relatos de infiltraciones que iban a destruir un espacio (en realidad casi inexistente) a la izquierda de la izquierda.
Gracioso, mi abuelo me decía con su acento siciliano: “si giras siempre a la izquierda, llegas a la derecha”.
Parece que tenía razón. No cabe lugar en mi cabeza que las personas de izquierda puedan odiar tanto, puedan cegarse tanto, generar relatos de mentiras solamente para mantener una cota de poder. Porque, lo que destroza todo no es el sillón y su nómina, es la sed de poder, el sentir que lo puedes todo. Un trastorno de la omnipotencia que sufren los que son “neofitos” en algo.
Ahora, con el nacimiento de Sumar está pasando lo mismo, todos los “hombretones”de la izquierda más sectaria difunden relatos, unos “señoros” que gritan “traición “, aún más teniendo en frente a una líder mujer.
Un mixto de neofobia, trastorno de la omnipotencia y misoginia. Y en lugar de admitir que es la hora de cambiar herramientas, especialmente en vista de los resultados electorales de los últimos años, deciden destruir el espacio progresista.
Más aún cuando ahora la izquierda “verdadera” es dueña de medios de comunicación que se utilizan -claramente- con tintes propios y relatos propios (lo de girar siempre a la izquierda...).
No crecemos, no cambiamos, tropezamos siempre en la misma piedra.