Elon Musk o el trauma del hombre estado
Para entender mejor a la persona y al personaje, buceo en artículos y publicaciones sobre la figura de Elon Musk (EM). Casi al final de la búsqueda, me topo con una mini entrevista que le hizo Luis Sánchez-Merlo en 2016. En esa época, EM ya se movía por el mundo como un jefe de Estado al que presidentes y ministros dispensaban un trato especial.
Un joven triunfador que había creado el sistema de pago seguro PayPal, a lo que siguió el lanzamiento de los coches eléctricos Tesla, los satélites Space X y la red social Twitter a la que rebautizó como X. EM reúne todas las características de un friki revolucionario que ambiciona “mejorar” la humanidad.
Su infancia fue dura, sufrió acoso escolar, llegó a estar ingresado una semana en el hospital tras una agresión y la reacción de su padre fue reprenderle en vez de ponerse de su parte. El daño psicológico infligido por ese motivo modeló al EM adulto, audaz e imprevisible, al tiempo que obsesivo y cruel. Al repasar la historia, te das cuenta de que los “grandes hombres”, en especial los dictadores, siempre tuvieron que superar traumas, debido a algún defecto físico o por la triste sensación de no sentirse queridos.
El odio y la frustración que acumulan, revierte en venganza contra la hostilidad de un mundo que se proponen dominar para demostrar a los demás que se equivocaron gravemente cuando se reían y les pegaban en el colegio. La derivada política surge cuando suelta al entrevistador una frase lapidaria: “Europa corre el riesgo de convertirse en un museo al aire libre”, algo que parece ansiar vista su injerencia en Alemania y Reino Unido, al apoyar económicamente a la ultraderecha radical. Un tecno populista visionario, mecenas de Trump y alérgico a la democracia, que pretende rediseñar nuestra vida por culpa de los malotes de su clase.