Una víctima más del coronavirus ha sido la Bajada 2020, y La Palma bien que nota la ausencia de visitantes, aunque se rompa la tradición lustral seguro que la celebración en el año próximo será memorable. Las fiestas de la Virgen de las Nieves suponen el encuentro entre la raíz de la cultura rural que define todavía mayoritariamente la esencia palmera y la cultura urbana, es decir de una parte la isla agrícola que fue destacada en azúcar, vino y tabaco, y de otra la ciudad de funcionarios, propietarios, rentistas, obreros portuarios y comerciantes. Las fiestas muestran son señales del pasado, de cuando la pequeña ciudad de Santa Cruz de La Palma suponía el encuentro de dos pensamientos bien diferenciados: de una parte el poder de las tradiciones y de otra parte el sesgo avanzado de una minoría comprometida con el progreso, la innovación, el debate liberal y republicano. El cura Díaz, ejemplo de un clero que deseaba nuevos horizontes, es un prototipo de esos dos mundos que en la Bajada supieron armonizarse.