Miedo Tramposo
Hay un miedo existencial latente en el conjunto de la sociedad, derivado de los presagios agoreros de políticos interesados, ecologistas radicales, seudocientíficos, divulgadores de dudosa catadura ética, comunicadores mesiánicos y otras raleas que andan pululando por doquier. Avistan catástrofes por todos lados y por cualquier circunstancia, como si fueran unos milenaristas modernos, donde proclaman, con grave seriedad, la degradación del mundo, su final y una apocalíptica temeraria. Nos quieren inocular el miedo, para paralizarnos: pandemia, apagón general, tormentas solares que se dirigen a la tierra y ahora también, vuelven con el cambio climático, como tema estrella y mañana se inventarán otro. Lo que pretenden es mantener una sociedad atemorizada, para controlarla fácilmente. Utilizando y nunca mejor dicho, a las personas como marionetas, para intereses políticos o económicos inconfesables.
Según los sesudos pesimistas el progreso humano hay que pararlo, porque unos individuos, que se auto legitiman ellos solos como salvadores del planeta, capitaneados por una inventada, publicitariamente, icono adolescente, nos dicen lo que tenemos que pensar, hablar, obrar y omitir en nuestro comportamiento habitual. Si no entramos en su escuela pedagógica o mejor dicho ideológica, entonces podemos ser víctimas de esa Inquisición remozada, donde ha desaparecido el negro, por colores morados, rojos o verdes, que intentan silenciar, por todos los medios posibles a los eventuales herejes, que tienen el atrevimiento de no someterse a sus dictados o directrices, eminentemente dictatoriales. También se da el caso a nivel local, donde están los iluminados de siempre e incluso algunos políticos listillos que se han incorporado últimamente a esta corriente arrolladora, para ver si rascan algún voto, que les permita volver al poder, salir del ostracismo de la oposición y cobrar de nuevo un sueldo del erario, para ir tirando.
Las proclamas catastrofistas hay que recibirlas como son, bulos inventados y manipulados. El pensamiento único aborrece la libertad personal, lo que quiere son masas, conjuntos, aglomeraciones, manifestaciones, asambleas, consultas populares, donde se diluye lo particular y su riqueza. Se trata de dar al pueblo, pan y circo o como decimos localmente, bocadillos de mortadela o bizcochos de Moya. Los populistas prometen todo, para después no hacer nada, se les va su discurso en una dialéctica frentista, buscando enemigos por todas partes, para esconder su incapacidad gestora, por desconocimiento, falta de formación, capacitación insuficiente y así esconder, de forma sibilina lo que no hacen. Se caracterizan, sobre todo, por su proselitismo cuasi religioso, que intenta captar adeptos cual secta política. Amedrentar es la marrullería de los cobardes, que son incapaces de aportar. Por eso, no hay que tener miedo a nada, ni a nadie, poner valor, tranquilidad, valentía, es la mejor medicina, que te da y asegura, independencia personal con más respeto público.
Mientras tanto, hay que seguir viviendo, trabajando, tirar para adelante, con optimismo y fortaleza, a pesar de los inconvenientes, que por cierto son muchos, que intentan frenar la actividad empresarial. La iniciativa privada es emprendedora, inventiva y arriesgada, no puede pararse, porque su cualidad es el movimiento, que conlleva creación y producción. La esencia del empresario es la lucha, el levantarse una y otra vez, ante las dificultades que se les presentan, no desanimándose, porque cada día es una nueva oportunidad que hay que ganar. Hay que reconstruir Canarias, con sacrificio, ahínco y brío. Eso significa, no quedarse en palabras huecas y vacías, que llevan a la desilusión de la ciudadanía y al hartazgo de la política como servicio público.
Canarias necesita valentía en todos sus órganos decisorios, así como en los responsables públicos, económicos y sociales, con menos electoralismo y más compromiso real con nuestra tierra, plasmado en acciones concretas, visibles, servibles y solucionadoras de problemas. Es sencillamente funcionar bien, lo que se llama responsabilidad.
Oscar Izquierdo
Presidente de FEPECO